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domingo, 4 de mayo de 2014

Al amanecer, la tarde







Cuando el sol cae,
al amanecer la tarde.
Cuando el sol cae,
en verano cuando el rostro del cielo es tan frío, como azul.
Cuando el sol cae,
al amanecer la tarde.
Cuando el sol cae,
tiñendo de almas mágicas la nubes.
Cuando el sol cae,
y los rostros cansados imaginan lugares mágicos donde descansar sus penas.
Y el día termina,
Y se presiente la inminencia de la noche,
Cuando el tiempo de los años ha pasado,
depositando mil recuerdos en la mente:
Los caminos andados,
las sendas fáciles pero erradas,
los recodos sinuosos pero constructores de almas fuertes,
de almas buenas, sublimes y tranquilas.
Cuando el sol cae,
y sobreviene el as de la noche,
y apenas se presiente el brillo difuso de las estrellas más brillantes.
Y en medio de la soledad de algún monte dorado,
oculto bajo el velo de la ausencia del sol,
a veces,
de manera extraña,
el solitario camino de la ausencia se transforma en plenitud,
entonces,
en medio del silencio de uno,
de entre tantos soles distantes,
brillando en el hueco hondo de la noche,
una luz distinta, un sentido desconocido e inesperado,
brillando en el pensamiento,
el mar de cosas que la mente no permite ver.

Entonces al amanecer la tarde,
durante los espacios secretos de la ausencia,
brilla en los ojos de uno, el sol distante de un alma buena.