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viernes, 4 de febrero de 2011

El ejercito


formicas libertas escam




Retumban los silenciosos címbalos, las espadas agudas, los cascos hechos mandíbula. Los arrieros llevando las inmensas y pesadas cargas tubulares sobre sus lomos. Avancen! -- Devoren, dice la generala luciendo su capa de tela traslucida hecha de alas de hada.

Avanzan soldados y pueblo uno tras otro en una hilera inmensa que se pierde en la distancia. Transcurren, en un pasar interminable. Devorando, solo andando, solo cargando. Los mensajeros van y vienen, en relevo. Pronto la información de lo desconocido es anunciada a la colosal muchedumbre.

La columna robótica se encumbra en el lomo de la colina. Ascienden atravesando selva, troncos y ramas caídos, rocas, aire. Los enemigos yacen a la vera de la gran caravana, algunos heridos, otros cercenados, otros difuntos, rodeados aún de soldados. La ley del soto manifiesta, cruel, amarga pero necesaria.

La caravana avanza rauda enfilándose a su objetivo: El palomar amarillo. -El palomar! el palomar esta pronto anuncia un explorador. Un general anuncia sin decir una sola palabra. Las ideas surgen de su pensamiento y ella los intuye: -reina mía el palomar está cerca. Ella avanza flotando su capa transparente y rígida, ordenando, pidiendo y exigiendo.

Los tambores resuenan en los recovecos de la gran montaña, y los ecos se retuercen absorbidos por las curvas de los troncos altos y gruesos. En las copas del mar verde, las serpientes sisean y las aves revuelan.

La columna entera intenta a cruzar la pequeña hendidura que conduce a la gran caverna. Los vasallos tocan trompetas, invaden la gran planicie de pino blanco, huele a sol y la tarde es cálida, no se esconde el viento incesante: suspira tibio y dulce. Los tejares se crispan ante el asedio del sol, pero ahora las cumbres pronunciadas de la colina son paredes elevadas y sin ningún grado de inclinación horizontal. La gran caverna de cedro y pinos muertos algo diferente, algo inspirado por la osadía de alguna inteligencia: invadiendo el bosque.

El pueblo avanza, el ejército lo resguarda. Los porteadores incasables abrasan sus cargas, las elevan fácilmente a través de los despeñaderos.  La reina aún no llega, permanece a la saga y en la distancia se escucha un crujido o dos, una gigantesca puerta se entreabre y de entre el claroscuro emerge una silueta. La faz asombrada, un gigante horroroso: dos patas sobre el suelo y otras dos colgando de su tronco. De alguna forma sopla un viento venenoso, mortal y malvado. La llovizna mortal desciende sobre la muchedumbre impregnando sus pieles, al punto diez mil han muerto por aquí, mientras otras veinte mil por allá.

El gigante avanza, ningún soldado o peón repele su ataque, más aire venenoso cinco mil muertes más, dos columnas de avanzada en los altos farallones totalmente acabadas. La confusión es grande pocos saben que ocurrió. Y mientras tanto unas endebles columnas terminan su avanzada, algunos peones regresan a recuperar las preciadas cargas que antes acarrearon los muchos ahora caídos. La carga preciosa de huevecillos blancos, la promesa futura de la permanencia.

El pueblo teme, siente dolor y angustia. Siente desesperación, esperan una respuesta, mientras avanzan en contra del gigante humano.

La reina, aún con vida anuncia poderosa e impetuosa: no ataquéis!  el ignora que venimos a librarlo de los miedos de su salvajismo humano. Escorpiones que ni el mismo entiende. En la mente del gigante las palabras químicas de la reina retumbaron observó el montón de criaturas muertas sobre el piso de su casa y se deshizo del bote de veneno…

"Esta es la historia de una vivencia personal sobre una terrible invación de hormigas arrieras que una vez invadieron mi casa en mi tierra salvaje, recién llegado aquel día entendí con tristeza el valor de cada criatura en el universe natural"