¡Siento que te he buscado!
¡Incesantemente!
¡En la distancia irrazonable de eras y eones!
Solo puedo ver ese brillo explosivo de tus ojos
invitándome a sentarme a tu lado para ver nacer el sol por eternidades: al fresco
aire de montañas verdes, añejas, salvajes y antiguas.
Solo puedo sentir el brillo intensamente blanco
y ardiente de tus ojos explotando: invitándome a contemplar mil crepúsculos
contigo mientras acaricio tus manos y la punta de tus dedos. El cielo rojo y
morado de esas tardes de estío, cuando el círculo de la gran estrella arde sin
remedio…
He recorrido el mundo y dado vuelta a mil
orbitas de mil planetas: ¡buscándote!
¡Mírame!
¡Recuérdame!
¡Tú y yo somos soles: estrellas!, esas mismas
estrellas que parieron piedras de oro y diamantes.
¡Somos soles!
Más caros y valiosos que platino, poder y
riquezas.
No quiero nada.
¡Porque no soy nada material: nada!
Nada en este mundo…
No tengo significado en éste universo.
Soy ese abrazo que tú eres,
Ese sorbo de agua simple de un río que alivia
la sed.
Ese trago de aire sin sabor que todos los días
al despertar recuerda el sentido de la vida.
No soy nada, ni por encima de todas mis
conquistas.
De todas mis derrotas.
No soy nada aunque me haya alcanzado la
bendición del éxito y esa plenitud material y pasajera pase y se resbale en
medio de mis dedos como agua en la
cuenca de unas manos unidas y sedientas.
¡Siento que te he buscado!
¡Incesantemente!
¡En la distancia irrazonable de eras y eones!
La música de tu voz extranjera me arrulla, me
tranquiliza y conforta.
No soy nada, ni tengo nada. No soy carne ni
plenitud del amor humano en el sublime pero pasajero éxtasis de la pasión.
No soy. Como tú tampoco: un pedazo de piel para
derretir las ansias por un segundo en el espacio de una noche salvaje.
No eres ese espíritu terrible salvaje y
exquisito que quiero beberme y devorar a mares.
¡Siento que te he buscado!
¡Incesantemente!
¡En la distancia irrazonable de eras y eones!
Quiero beberte y devorarte a mares.
Quiero beberme todo el mar que eres.
Devorarme todos los mares de la tierra.
Y después cuando se acaben los mares:
conquistar nuevos mundos.
En otras estrellas inmensamente lejanas.
¡Y de la misma forma beberte! De esos mares
inmensos y desconocidos, como un virus mortal.
¡Siento que te he buscado!
¡Incesantemente!
¡En la distancia irrazonable de eras y eones!
No soy nada ni tengo nada, aunque mis arcas
estén llenas oro o de nada.
Soy solo soy. Y mientras soy recuerdo el sonido
de tu voz preciosa:
Acariciando mis sentidos pasajeros.
Y mi ansia de encontrarte un día por fin, de
nuevo.
A veces somos como las rocas de una playa:
No entendemos la razón de las olas ni la fuerza
del mar.