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viernes, 17 de junio de 2016

Desde el re encuentro


Desde el reencuentro





¡En la oscuridad, contradicción y ausencia de estrellas!
¡En el brillo del sol al medio día: plenitud del día!
En la humedad verde y madera del bosque salvaje y sombrío: ¡tierra!
¡En la tibieza de la pradera tibia!
¡En la planicie de esa  arena fresca, agradable, sencilla, rosando las plantas los pies desnudos:
Alma salada de una playa extraña: costa de un río de aguas transparentes nacidas de una montaña
azul, inexplorada, cause tranquilo construido de simples gotas nacidas de las nubes precipitadas del cielo a la tierra.
En el frescor congelado  de una tarde: gris invierno. Cuando en los pastizales verdes levitan pasajeras miles de perlas transparentes, únicas invaluables: ¡sin precio!, recuerdos de la lluvia.


En el recuerdo atravieso esos caminos de roca, de confianza, de fe, de humildad.
La percepción que la fuerza del bien conduce y es destino del mundo. La perfección de un sentimiento.


¡Ah! Mitad de mí estuviste en cada una de esas ideas incomprensibles que desde siempre invadieron la levedad de mi mente imperfecta…
Ahora al percibirte en el aire cercano que nos consume: tras los días…
Quiero imaginar que de esos bosques, humedades, tardes pérdidas, ríos y caminos recorridos al fin te encontrado: ¡de nuevo!
Pero te encuentro y no me reconoces, parece que no puedes ver mi verdadero rostro.


¡Yo he recorrido el desierto!
Sembrado de espinas y de piedras afiladas.
Yo he penetrado el bosque desconocido y oscuro de la noche.
Yo he atravesado ese hilo delgado que separa el bien del mal.


Y ni la sed que ha evaporado mis células,
Ni el hambre que ha incitado las fieras hambrientas de mi carne han podido someter la pureza de mi alma. ¡Nunca!


A ti: amor mío, te he buscado desde siempre: Aún antes de conocer el primer haz de luz de la estrella sol que ha iluminado los días de mi vida, durante años.
¡Te encontré  finalmente. Lo sé Y quisiera pensar que lo sabes!
¡Quiero pensar y siento que al sentir tu cercanía he alcanzado por fin la costa que conduce a mi puerto!

Pero no me reconoces, no me recuerdas.


Me duele tanto, mi alma. Mi cielo sublime.
Haberte encontrado finalmente, yaciendo con tu alma partida por la ingratitud del engaño.
¡Me duele tanto!


Tú me encontraste a mí. Así, mi amor: consumido, siendo menos que un recuerdo de lo que debí ser
ara engrandecerte para sublimarte para aliviar el dolor agudo de tu inmensidad partida en pedazos.


Así por miles y miles de años te he buscado…
Recorriendo la telaraña que es éste universo extraño.
Casi puedo alcanzarte.
Casi puedo tocarte.
Te he abrasado como yo quisiera tantas veces.
Y tantas veces cuando he querido abrasarte solo percibo esa misma sensación del que muere de sed y toma un sorbo de agua en sus manos. El agua se filtra y el trago de vida se escurre: Se va…


¡Quisiera que me reconocieras, que me recordaras, pero tu mente te lo impide!
¡La limitación de las ideas y pensamientos humanos impide ver tantas cosas!
El espíritu es superior a las ideas del pensamiento.
Cada palabra que te haya escrito o pensado sobre tu inmensidad es insuficiente.
Las ideas del espíritu, los sentimientos del alma, son significados que ningún concepto humano es capaz de describir mediante una sola palabra.


Te veo desde lejos…
Casi ausente y melancólico.
Desde mis mundos indescriptibles…
Desde la esencia de mi más preciada pertenencia: ¡Mi alma!


He llegado finalmente a mi puerto, pero aún no es tiempo del re encuentro, te esperaré:
¡No lo sé!, es decir no sé si mi barco sea devorado por la sal, las tormentas y las olas mientras sueñe tu regreso.