SOMOS UN ARBOL
Jorge A. Garita
A veces las personas perdemos la dimensión de las cosas. Al cabo de los años, tarde o temprano, después de tanto y tanto andar y de presenciar las oportunidades perdidas llega el momento que nos percatamos que la conciencia nos presenta limites aparentemente infranqueables y prohibidos ante emociones que surgen inesperada y libremente: ideas, sensaciones o sentimientos genuinos y honestos.
La existencia, el paso por la vida, es un sendero que comienza como un tronco. Es tronco porque ahí en su fortaleza y en sus raíces radica lo que somos en alma. Hecha raíz lo que nos enseñaron y aprendimos en cuerpo y en mente: los padres, los hermanos, las primeras impresiones de la vida, los amigos de la infancia, los maestros, el juego, la inquietud, la sagacidad, la curiosidad, el espíritu de Dios. El tronco crece, se engorda de vivencias, se ramifica. Suelo fértil o estéril, no importa: crecimos hemos culminado la primer etapa. El transcurso crucial a través de la vida material es el paso inevitable para indefectiblemente merecer el tiquete de regreso al destino original y paradójicamente al mismo tiempo el tiquete de regreso al destino que nos espera.
Así al consultar la fuerza terrible y santa de esa conciencia que nos habita, nos llena y nos define. Se nos presentan opciones razonables e irrazonables, justas e injustas, correctas y no correctas. Al final después de dar miles y miles de pasos, de haber tomado tantas y tantas decisiones acertadas y desacertadas. Durante un momento inesperado en algún momento de ese trance inevitable que a todos nos llega y que es el desierto que antecede a la iluminación, retrocedemos los recuerdos, apreciamos la vida entera como si fuera una película y entendemos.
Muchas veces hemos tenido algún motivo terrenal al que prodigamos respeto y gratitud. Y a fuerza de someternos al principio de ese valor no impedimos a nosotros mismos descubrir esas oportunidades que al fin y al cabo parecieran ser, lejos de toda idea razonable o justa, el ramal correcto y obvio en el camino de nuestro regreso o destino.
En la ingenuidad de alguien cualquiera, en la pureza de su virtud material, existe una forma de ignorancia que le impide entender que por mucho en la existencia esas ramificaciones que determinan su transcurso y cuyas combinaciones son diversas, muchas veces significan e implican el significado y el objeto definitivo de lo que se ha soñado y esperado durante toda la existencia. El albedrió libre a veces muestra opciones: lo blanco y lo negro, lo claro y lo oscuro. Usualmente optamos por lo recto aunque no siempre. Pero aún en medio de la oscuridad de la noche hay estrella, aún en el punto aparentemente más vacío del universo hay miles de galaxias y millones de soles.